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Alexander Rubio: “Si un maestro es feliz, su núcleo escolar se vuelve feliz”

Por Vanessa Toribio

¿Qué lleva a un docente de educación física a crear una metodología que le haga frente a la situación de extrema violencia de su país? ¿Es posible que en medio de la recargada agenda curricular de una escuela pública se le dé un lugar al yoga y la meditación para mejorar la gestión de las emociones y la convivencia entre los estudiantes? Alexander Rubio Álvarez es investigador y docente de la escuela pública Rodrigo Lara Bonilla, en la zona sur de Bogotá (Colombia). Dada su especialidad, cualquier podría imaginar que se dedica básicamente a entrenar las habilidades físicas de sus alumnos. Pero no es así. Alexander se ha consagrado en trabajar para mejorar las relaciones entre los estudiantes, fomentando una convivencia saludable, la capacidad de gestionar las propias emociones y la de trabajar en equipo.

Su experiencia ha sido tan notable que fue nominado en el 2017 como uno de los 50 mejores profesores del mundo, por el Global Teacher Prize, equivalente al Nobel en educación. Por si fuera poco, ganó el Global Education Award en la India, en 2019. Es doctor en educación y ciencias del deporte, magíster en investigación, docente universitario, instructor internacional de yoga, coreógrafo y, además, poseedor de dos Guinness World Records. Nada menos.

Cuando empezó su labor como docente, uno de sus estudiantes fue asesinado de 7 balazos. Ese fue su punto de quiebre para apostar por una educación que fortalezca la honestidad, la resiliencia y la empatía entre los estudiantes. Así nació la PEGAGOGÍA DEL LOTO, una metodología innovadora basada en una investigación de cuatro años y que incorpora elementos del yoga, mindfulness, respiración, consciencia corporal y regulación emocional, a las clases de educación física, que él resume en tres palabras: respirar, pensar y actuar. Fue uno de los invitados internacionales de la Ceremonia de Premiación del Concurso Nacional de Innovación Educativa, organizado por el FONDEP, donde compartió su línea de investigación.

Aprovechando su presencia en Lima abordamos a Alexander, y concedió esta entrevista exclusiva para EDUCACCIÓN.

Has sido finalista del Global Teacher Price 2017, cuéntanos sobre esta experiencia ¿qué sentiste al ser nominado?

Me llenó de mucha emoción, porque sentí que no era solo para mí sino también para la educación colombiana y para cada uno de los docentes que, en los rincones más lejanos del país, realizan prácticas que muchas veces no son visibilizadas; pero que existen y que nos demuestran cómo desde la escuela pública sí es posible que surga un nuevo paradigma en educación.

Trabajas en una localidad con un alto índice de violencia en Bogotá. Desde esa experiencia, ¿cuál dirías qué es la “fórmula” para hacerle frente?

En efecto, trabajo en una de las zonas más afectadas por la violencia en Colombia, conocida como la localidad 19 de Ciudad Bolívar, donde hay micro comercialización de drogas, pandillaje, muertes violentas y desplazamiento forzado. Las investigaciondes que hemos desarrollado nos han demostrado que una de las fórmulas para disminuir la violencia -desde la escuela- es el trabajo de la educación socio emocional, el trabajo desde el cuerpo. Por ello, este tipo de metodologías que incorporan respiración, yoga, meditación, trabajo en equipo y percusión corporal, logran disminuir esa violencia.

Háblanos un poco más sobre la Pedagogía del Loto, tu carta de presentación.

El nombre proviene del símil con la Flor de Loto, que es una flor que nace del fango. En este caso, el fango representa las situaciones negativas -violencia, pobreza, pandillaje, delincuencia, robos- y en medio de ello, como una flor, empieza a emerger esta posibilidad de generar transformaciones desde el cuerpo, desde el trabajo en colectivo, desde reconocer al otro, desde la alteridad y la socio emocionalidad. Asi es como surge esta propuesta pedagógica que utiliza tres elementos fundamentales: respirar, pensar y actuar. Educando como un acto de amor.

Nosotros trabajamos tres elementos que son la alteridad, la otredad y la empatía. Enseñamos a los niños y jóvenes respiración y para ello utilizamos técnicas de Hatha Yoga -asanas o posturas- pero más allá de una postura corporal es una postura ante el mundo.  La metodología incluye además técnicas somáticas, mindfulness y meditación.

«Las emociones no son buenas ni malas, pero las respuestas que daban los estudiantes ante ellas los dirigían al cementerio, la cárcel o el hospital; por ello este tipo de técnicas han sido fundamentales para cambiar las relaciones de conflicto y mejorar la dinámica en la escuela». Foto: Revista Semana.

¿Qué aprenden los estudiantes con esta metodología? 

A identificar sus dinámicas socioemocionales, lo que en neuropedagogía se denomina cerebro entérico, es decir, esos puntos focales donde están presentes las respuestas emotivas que son el estómago y el pecho. También aprenden qué les produce esos estímulos emotivos en la cotidianidad y cómo emitir respuestas que sean resilientes y empáticas, manteniendo una buena dinámica con los demás. De esta forma los hacemos más sensibles, mejores seres humanos, capaces de reconocer sus propias emociones y regularlas.

El trabajo en colectivo es importante, y para ello utilizamos como excusa la percusión corporal, el manejo de la kinesfera, ejercicios de relajación, enfoque, meditación y respiración. Todos ellos están ligados a sus actividades cotidianas y académicas; es decir, dentro de clases tenemos de 10 a 15 minutos en donde están generando conciencia corporal.

¿Qué es lo primero que enseñas a un estudiante que nunca ha desarrollado esta práctica y  que se siente irritado?

Identificar la emoción. Le enseñamos a respirar, a pensar y luego a dar una respuesta asertiva frente la ira. Cuando uno está irritado y responde de inmediato, las respuestas no son las mejores porque los estímulos no están mediados por la conciencia, por el contrario, están cargados de adrenalina. En cambio cuando uno respira, oxigena su encéfalo y le da la oportunidad al cerebro de procesar las ideas y de emitir respuestas totalmente distintas. Entonces enseñamos esa formulita: respira, piensa y actúa con amor. Tomarse esos 10 segundos, tomarse el tiempo para emitir una respuesta que sea mucho más resiliente.

Cuéntanos de tus investigaciones en este campo.

He realizado dos investigaciones específicas en lugares vulnerables y de intensa violencia en mi país. La primera investigación la realicé en mi colegio, entre los años 2009 y 2012, con un grupo focal de 40 estudiantes a los cuales les aplique la técnica y encontré -al finalizar el año 2012- que mejoraron sus relaciones de convivencia. Además, resulta que obtuvieron excelentes resultados académicos en los exámenes nacionales que se realizan en Colombia[1] incrementándose el porcentaje de estudiantes que alcanzó el Nivel Superior. Sin embargo, lo más importante para mí fue que disminuyó la violencia y por el contrario, el trabajo colectivo mejoró, tanto así que este grupo lideró una dinámica colectiva que ganó el Récord Nacional de Yoga en el año 2012. Posteriormente, de ahí emergieron otras dinámicas que nos permitieron alcanzar un Record Guinness por la clase de percusión corporal más grande del mundo, la cual hicimos con 1.046 jóvenes en Bogotá, integrando respiración, yoga, meditación y enfoque. Lograr esa acción de paz con estos jóvenes fue maravilloso, porque es la primera vez en el mundo que un colegio público establece un record Guinness de esa magnitud, integrando todos esos elementos.

La segunda investigación duró un año y finalizó en marzo del 2019, con hallazgos que se presentaron en el Teacher Led Research, en Dubai. Utilizamos un diseño cuasi experimental, con un grupo experimental y un grupo control de 172 estudiantes, aplicando evaluaciones pretest y postest. Lo interesante fue que pudimos demostrar que el grupo que aplicó las técnicas de la Pedagogía del Loto mejoró sus relaciones de convivencia y disminuyó sus conductas violentas, en comparación al grupo que no aplicó la metodología, quienes más bien presentaron situaciones que son parte de la cotidianidad escolar, algunas de ellas incluso violentas o de bullying. Las conclusiones fueron que la metodología es efectiva y este tipo de ejercicios -el trabajo de mindfullness, meditación, yoga, respiración, percusión corporal- son posibles de incorporarse en las dinámicas educativas e institucionalizarse como una práctica pedagógica innovadora con resultados positivos en los aprendizajes.

¿Hay algún caso que te haya impactado más?

Claro que sí, te puedo contar el caso de una estudiante, bueno, te puedo contar de varios, pero voy a mencionar el caso de una estudiante que era violenta, que había lastimado a tres compañeras suyas. Luego de trabajar con nuestra metodología, se convirtió en monitora del proceso, es decir, ayudó a liderar los grupos; ella no solo aprendió las técnicas o las aplicó en su vida, sino que después, ante situaciones de violencia, sabía autorregularse emocionalmente. Lo mejor de todo es que, al graduarse del colegio, estudió la licenciatura en educación física y se convirtió en profesora de un colegio de alto nivel en Bogotá y mejoró su relación ante el mundo. Yo sabía que su entorno era muy difícil, su mamá era muy violenta, su papá estaba en situaciones que no eran nada honestas, su familia y su entorno estaban relacionados con pandillas y drogas; entonces, la sensación que me produjo el solo hecho de saber que logró salir de ahí tomándonos como ejemplo y que la metodología generó trasformaciones en su vida, fue maravilloso.

Dentro de la metodología nosotros les hablamos a los estudiantes que, a pesar de la adversidad, deben aprender a focalizarse, proyectarse y soñar. Eso quiere decir, ponerse metas grandes, no colocarse límites, aprender a construirse como personas desde la disciplina, la constancia, la tolerancia, el respeto y lograr sus sueños. Tengo otro estudiante que, a pesar de ser una persona de extracción humilde, logró convertirse en piloto de la fuerza aérea de Colombia. Entonces, imagínate la magnitud de todo este proceso y todo el apoyo que les damos a los estudiantes desde la escuela para aprender a soñar y alcanzar sus sueños.

¿Has logrado que tu experiencia se replique en otras escuelas?

Junto con mi equipo de trabajo, conformado por los profesores Javier Acuña y Nelson José Garzón, hemos logrado que la experiencia se replique en 25 colegios públicos de la ciudad de Bogotá, con un impacto en 10.000 estudiantes. Hace poco, con apoyo de la Secretaría de Educación, movilizamos a 4.000 estudiantes, con quienes realizamos un ejercicio colectivo en la Plaza Bolívar, que es uno de los escenarios más icónicos de la ciudad de Bogotá, en el centro de la ciudad. Hemos llegado hasta el municipio de Corrientes, en Argentina, donde el profesor Nahuel Hollman, ha integrado la Pedagogía del Loto en su quehacer porque se ha enamorado de ella y la viene desarrollando con sus estudiantes. Hemos hecho también un taller en Argentina con 9.000 profesores de la zona de Tucumán y otro en República Dominicana con 1.000 profesores. Ver cómo los maestros y las maestras se hacen sensibles a este tipo de procesos me llena de orgullo, pero a su vez lo considero fundamental para trabajar la educación de una manera innovadora y transformadora.

Hablas de la enseñanza como una forma de cambiar la manera de ser del estudiante y de aprender a gestionar sus emociones, ¿crees que esto evolucionará y llegará a cambiar la sociedad misma?

Hay que enseñar en grande. Yo hablo de la posibilidad de enseñar a gestionar las emociones desde la escuela para que esto permee la sociedad, generando dinámicas colectivas en las que logremos transformar esas acciones de violencia por acciones de paz. Una campaña que surge desde el interior de las aulas en las que les enseñamos a respirar, pensar y actuar como un acto de amor, debe tener una incidencia en el mundo, esa es la idea.

Todo genera un cambio que parte de una sonrisa, de una mirada, de un buen trato. Cambiar al mundo implica cambiarse a sí mismo y si tú logras hacer esta transformación contigo mismo, vas a lograr transformar el mundo. Ahí es donde empiezan las verdaderas dinámicas de cambio.

Cierras el año luego de una agenda recargada que te ha llevado alrededor del mundo. ¿Cómo valoran otros países la educación socioemocional en las escuelas? ¿Qué nos pueden aportar al Perú?

Este año cerramos con una agenda bastante nutrida que nos ha llevado a Argentina, República Dominicana, México, Yerevan en Armenia, Europa occidental, Dubái en Emiratos Árabes y Nueva Deli en la India. También estuve en Lima y en Yanahuanca. Me pareció maravillosa esa interacción con los maestros y maestras porque la situación de Perú ha sido similar a la que hemos vivido en Colombia, a la historia de grupos armados, violencia y narcotráfico. Por eso creo que estas técnicas que hemos aplicado en las zonas más vulnerables de Bogotá y que han generado resultado, pueden tener un enorme poder de transformación en las diferentes escuelas de Perú. Sin embargo, es importantísimo trabajarlo directamente con los maestros y con las maestras para que ellos se sensibilicen primero y puedan replicarlo después en sus escuelas. Si un maestro es feliz, su núcleo escolar se vuelve feliz; si un director es feliz, también sus maestros y la comunidad serán felices.

«La incidencia que tenemos como educadores es fundamental y esta dinámica desde lo socioemocional es esencial para la transformación del paradigma educativo». Foto: Universidad Distrital Francisco.

Tu metodología incorpora principalmente el yoga. ¿Cómo podría el yoga complementar la educación formal de una manera eficaz?

En especial, hemos utilizado herramientas de una técnica milenaria que se llama Hatha Yoga, que se basa en posturas o asanas que involucran la respiración consciente, la flexibilidad, la elasticidad, el control corporal, la propia expresión. Pero, más allá de ser una postura del cuerpo, es una postura de todos los sentidos y una actitud ante la vida. Se trata de identificar tres zonas fundamentales -la zona apical, la zona mediastínica y la zona basal- donde uno mismo con el manejo de la respiración regula su emoción. Esto es fundamental cuando se trabaja en colectivo, cuando se debe hablar en público o cuando tienes que enfrentarte a las situaciones del día a día en la escuela y fuera de ella. Al aprender a respirar puedas ser consciente de ti mismo, eres más tolerante y empático, y esos elementos son importantes para generar una mejor convivencia en las escuelas y en la vida.

Para muchos, el desarrollo socioemocional puede ser algo que distrae la atención de aquello que la escuela suele valorar como lo más importante. ¿Qué le dirías a los educadores que miran aún con desconfianza la introducción de metodologías contemplativas en la escuela?

Creo que es muy importante que la escuela se enfoque en el desarrollo de las soft skills (habilidades blandas), porque es lo que forma al ser humano como una persona honesta, tolerante y capaz de convivir. Esas son las habilidades que se necesitan en el siglo XXI y que están en esa nube de revolución. Hoy en día se necesita trabajar en equipo, ser honesto, ser tolerante, ser respetuoso de sí mismo y de los demás. Si uno domina estas habilidades, los otros conocimientos -las hard skills- fluyen de una manera más sencilla.

Hoy en día los conocimientos se adquieren hasta por tutoriales, pero para ser un buen ser humano no existen tutoriales, por ello la escuela necesita prestarle atención. Lo que vemos hoy es una escuela preocupada por cumplir exámenes internacionales, pero despreocupada por jóvenes que sufren de ansiedad, depresión, que se suicidan o sufren violencia en sus escuelas. Algunos países  -primeros en las pruebas internacionales– viven masacres en sus escuelas y tienen un índice de suicidio altísimo. Hay que buscar un equilibrio al interior de las escuelas para mejorar los procesos de convivencia, respeto, tolerancia, donde lo más importante sea el ser humano, no solamente sus conocimientos y logros académicos, sino lo que llevamos dentro. Eso que te permite relacionarte con otros. El conocimiento se dará per se.

¿Está nuestro sistema educativo enseñando a manejar la frustración de los estudiantes (y de los profesores) o haciendo justamente lo contrario?

En el caso de Colombia, por ejemplo, el índice de patologías como el cáncer, problemas de voz, enfermedades del túnel carpiano o problemas de la tiroides se ha incrementado en los educadores. Algunos incluso se encuentran en el límite de lo psiquiátrico. La escuela, en lugar de volverse un espacio de felicidad y de aprendizaje con amor, se está convirtiendo en un espacio de imposición, de cumplimiento de formatos que están dejando de lado al ser humano y lo están volviendo mucho más industrializado y mecanizado.

En sistemas educativos con alto rendimiento en las pruebas académicas, los estudiantes están tan sometidos a una continua frustración que los índices de suicidio han aumentado, incluso en niños entre 9 a 11 años. La escuela tiene que ser un espacio que forme seres humanos felices, que aprendan a trabajar en comunidad, tal como lo proponían nuestras culturas mesoamericanas y ancestrales. El problema es que se está buscando más la adquisición de elementos y dejando de lado el crecimiento espiritual, su capacidad de conocerse y de ser consciente, de trabajar en colectivo, en equipo.

¿Está preparada la escuela que tenemos y los maestros de hoy para hacer esto? ¿Cómo debería renovarse la escuela tradicional para formar mejores ciudadanos?

Bueno, lo fundamental es dar los primeros pasos. La escuela se va preparando en la medida que se proponga innovar y pensar de manera divergente.

Mi propuesta nació al pensar en la escuela y lo que venía sucediendo. Inició con la muerte de uno de mis estudiantes, pero las agresiones constantes y la violencia era cotidiana. Si yo hubiese mirado a otro lado y no hubiera hecho conciencia de lo que pasaba, seguro seguiría enseñando desde lo tradicional. Pero no podía hacer eso, porque yo sabía que lo fundamental era mejorar esas dinámicas de convivencia y relaciones. Hay que atreverse a innovar, dar pasos más allá para ir transformando la escuela en una que genere mejores ciudadanos, una escuela que sea más resiliente, una escuela que sea un espacio de felicidad, de formación de seres para una sociedad más justa, más equitativa y honesta.

A todos nos han marcado positivamente algún maestro y lo que recordamos de él no son sus conocimientos matemáticos, científicos o sociales, sino los consejos que nos dieron o ese elemento que nos enseñaron y nos llevó a ser más disciplinados, más responsables, más tolerantes, más empáticos. Uno recuerda a ese maestro con mucho amor.

Foto: Colegio Rodrigo Lara Bonilla

De cara al futuro ¿qué estas pensando en términos de proyectos? ¿Qué rol te gustaría desempeñar?

Cuando estás en la escuela tienes la posibilidad de impactar a un grupo de estudiantes, 40, 50, 60, 100, pero cuando logras llegarle al corazón a un docente, a 100, a 1000, a un millón, estás  replicando esto y multiplicando exponencialmente tu experiencia a la N, porque un docente afecta muchas vidas.

Hoy mi campo de acción está en la investigación, la innovación y la dirección de proyectos. Quiero seguir en esta dirección, enamorando a otros docentes sobre esas posibilidades que tenemos desde la educación para que vuelvan a recobrar su energía.

Hay un término muy bello actualmente: la seducción pedagógica. Busco que los docentes se enamoren de lo que están haciendo para que toquen el corazón y alma de sus estudiantes, de sus comunidades y puedan generar una transformación positiva del mundo. Yo lo denomino terquedad pedagógica, porque si sabes que esa acción está dando resultado, debes abrazarte a ella y poco a poco vas a tocar esa parte intima de cada docente que es la que le genera la potencia para trabajar con toda entrega y pasión con sus comunidades. Como docentes no debemos perder el amor, la pasión y ese fueguito que tenemos dentro y que enciende otros corazones.

Bueno, y si la vida me da la oportunidad de tener una participación activa dentro de un ministerio de educación o una consejería internacional de educación, sería maravilloso, porque ya existe una experiencia que puede ser compartida positivamente siendo, además, un docente activo, porque aún continúo en mis espacios académicos de manera vigente.

Finalmente, si algo nos motiva y nos mueve es la certeza de que educar transforma vidas. Estoy convencido de que enseñar a respirar, pensar y actuar es asumir la tarea de educar como un acto de amor.

Lima, 06 de enero de 2020

Tomado de Educacción 

[1] Pruebas Saber 11 calendario A y B