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Manuel Burga: ¿Una nueva educación, para qué?

Vicerrector Académico de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya

Esta pregunta, en términos muy sencillos, se planteó el P. Ricardo Morales Basadre SJ (n.1929), el viernes pasado, cuando la Universidad Antonio Ruiz de Montoya lo distinguió como profesor honorario de esa casa de estudios. Esa misma pregunta, formulada en diversos contextos de la República, ha recibido distintas respuestas, que la experiencia y sabiduría de este educador jesuita me llevan ahora a analizar para encontrarle el sentido de su vida y de nuestra historia.

La respuesta liberal del siglo XIX, que alcanzó su punto culminante en el gobierno de Manuel Pardo (1872-1876), puso en marcha un enorme proceso educativo que declaró la obligatoriedad de la primaria, multiplicó las escuelas, secularizó los contenidos, priorizó la ciencia, fomentó la profesionalización en la universidad y convirtió a la educación en una función esencial del Estado.  Esta reforma liberal, promovida desde el Estado, buscaba construir ciudadanos peruanos, homogéneos, con una sola cultura, una idea de nación y una sola historia colectiva. Una educación para convertir a todos en ciudadanos criollos.

El siglo XX cuestionó esta respuesta. Quizá el primer hito de un nuevo proyecto educativo lo pusieron las voces femeninas de las primeras décadas, como Teresa González de Fanning o Elvira García y García, así como José Antonio Encinas y su propuesta de Escuela Nueva, inspirada en la pedagogía de John Dewey.   Luego vendrán Luis E. Valcárcel y José María Arguedas, que no solamente hablaron de Nueva Escuela Rural, sino de educación del indígena, reconociendo la existencia de un Perú real, andino y diverso. 

El gobierno del general Velasco Alvarado en 1972 ofreció la siguiente respuesta, que partió de un original informe que congregó a especialistas de diferentes tradiciones intelectuales y políticas, como Emilio Barrantes, Walter Peñaloza y Augusto Salazar Bondy, que supieron rodearse de jóvenes que participaron en la redacción del famoso Libro Azul.   Entre ellos se encontraba el P. Ricardo Morales SJ y tantos otros que tendrán un papel destacado hasta el presente.  Esta reforma pretendió construir “un hombre nuevo para una sociedad nueva”.  Se dieron pasos acelerados para incorporar al indígena, respetando sus culturas, oficializando la diversidad cultural. Se publicaron vocabularios y gramáticas de las lenguas originarias y se preparó el camino para iniciar los programas de educación bilingüe.

El P. Ricardo Morales ha acompañado a ministros, comisiones técnicas, dirigido el Colegio de La Inmaculada, el Foro Educativo y el Consejo Nacional de Educación. Presidió así mismo la Comisión de Consulta Puertas Abiertas, que dio origen al Consejo Nacional de Educación.  El mismo que formuló el Proyecto Educativo Nacional al 2021, que ahora se ha convertido en política de Estado, que podría –en un período de cinco años, si hay voluntad y firmeza– iniciar la real transformación de la educación nacional. Ya se tiene una hoja de ruta para inicial, primaria y secundaria.  Es necesario trabajar, con urgencia, seriedad y apoyo especializado, una nueva ley universitaria que promueva la calidad, la investigación y la buena gestión de las universidades públicas.

El homenajeado se preguntó con sencillez esa noche: ¿Una nueva educación, para qué? Su respuesta partió, a diferencia de otros tiempos, de la existencia de un gran consenso nacional e internacional que reconoce que sin buena educación, no hay desarrollo. Propuso que una nueva educación debe construir una persona integral, democrática, intercultural, respetuosa de los derechos humanos, ambientales y las nuevas relaciones de género, más nacional y a la vez más global. Los afanes del P. Ricardo Morales SJ nos demuestran que, por encima de las diferencias políticas y los cambios de gobierno, un gran proyecto educativo ha madurado, que lo tenemos allí y que ahora podríamos iniciar el gran cambio educativo en nuestro país. (La República, 23/6/11).